"A Los Andes."
Moles perpetuas en que a sangre y fuego
Nuestra gente labró su mejor página:
Sois la pared fundamental que encumbra
Como alta viga la honra de la raza.
Cuéntela el pico matinal en donde
Sacude el viento sus glaciales sábanas,
Y el vuelo de sus CÓNDORES filiales
Déle expansiones de palabra alada,
Dilatando con párrafos enormes
Hasta el sol una sombra de montaña.
Vuestra grandeza azul es una oda,
Cuando en la majestad de la distancia,
Dijérese que el cielo cristaliza
En el zafiro de las cumbres claras.
Graves y un poco torvas como ellas,
Serían ciertamente aquellas almas
De los héroes que un día las domaron
A posesivo paso de batalla.
Color de acero fino como ellas,
Por gemela blancura coronadas,
En esa inmediación de ideal y cielo
Que emblanquece las cumbres y las almas.
El azur y el armiño de los reyes
Echan su pompa sobre vuestra espalda.
Con grandes brazos de peñasco y leña
Manejáis los raudales de las aguas,
Como un puñado de sonoras bridas
Que un bocado espumoso el mar baraja.
Extiende a vuestros pies manta de pámpanos
La honestidad robusta de la parra
Que a la cuerda Mendoza civiliza;
Y como tosca vena en que resalta
A flor de piel la calidad interna,
Líquido fuego de volcanes sangra,
En el vino genial que el alma ilustra
Con su llama ligera y aromática.
Vuestro pecho arraigado de laureles,
En venas de metal su temple exalta.
Y bajo la corona que os ofertan
A través de los climas cedros y hayas,
Si un sobrio paño de ciprés os viste,
Os abanican voluptuosas palmas.
Vuestros hielos magníficos anuncian
El colosal palacio de las aguas,
Que triste espera el arenal distante
Donde el hombre ha arraigado su esperanza.
Anticipando así los galardones
Del futuro verdor, cree y trabaja;
Hasta que cuando del penoso hueco
La onda por fin en las tinieblas mana,
El fresco pozo, con su ruido alegre,
Expresa vuestro elogio en lo que canta,
Cual campanario inverso en que repican
Su dulce carillón las notas claras,
Y donde eleva el ascendido cubo
Que representa la central campana,
Que con el son de la fuente montañosa,
En gemelo cristal vuestra palabra.
La crispación nudosa de un esfuerzo
Parece perpetuarse en vuestra masa,
Ejército inmortal, que petrifica
En falange de bárbaras estatuas,
Aquellos inmortales cuya efigie
Con tal excelsitud los montes tallan.
Llevadles a los niños que los vean.
Haced que se ennoblezcan de montaña.
Yo, que soy montañés, sé lo que vale
La amistad de la piedra para el alma.
La virtud en los montes se humaniza,
Cual toma buen olor la hierba amarga,
Y la pálida fuerza de los mármoles,
Por los cascos de hielo anticipada,
Abre en la libertad de su belleza
Ojos mejores para ver la Patria.
Autor: Leopoldo Lugones.
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