Se paseaba lentamente cantando la canción de amor de última moda. Lo escuché extasiada, pero en ese momento estaba demasiado confundida como para contestarle. El corazón me dio un vuelco y tuve una sensación muy rara. Cuando se alejó se me escapó un suspiro y me quedé en la parte más alta de la rama por un rato, como atontada. La cola me latía espasmódicamente, y las piernas me temblaban con emoción, casi no me sostenían. ¡Qué figura soberbia!...
Sentí, por un instante, que él miraba hacia donde yo estaba y la cabeza me empezó a dar vueltas; mis pensamientos se volcaban hacia el futuro.
Despacito, temblando, descendí de la rama, entré en mi cajita y me acosté para poder pensar mejor.
...Pero pensando en su boca, en su lujuria, en sus garras desenfrenadas volcándose en mi piel de mariposa, no podía dormir.
Su boca era una granada jugosa y abierta como las corolas de las flores cuando comienzan a florecer en primavera. Su sabia era refrescante y muy tentadora. Me lo quería comer...
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